Una vida de lujos

¿En qué piensas cuando piensas en lujos?

¿Una piscina infinita con vista al mar?

¿Un paseo en bote por los canales de Amsterdam tomando champagne?

¿Joyas? ¿Marcas? ¿Dubai? ¿El último iPhone?

El lujo, al igual que tantas otras cosas en este mundo, es una cosa subjetiva.

Puede que para ti, que me lees, el lujo sea cualquiera de todo eso que nombré. Puede que sea simplemente poder dormir hasta tarde un fin de semana.

Así como el lujo, la pobreza también depende del ojo con que se mire.

Para muchxs un campesino sigue pareciendo una persona pobre. Yo me pregunto qué tiene de pobre el trabajar la tierra para asegurarte que nunca te falte alimento.

El mundo es muy distinto hoy de cómo lo era hace un año, cinco o veinte. Los estallidos sociales que se están presentando en diferentes partes de él nos lo dejan claro: La manera en la que hemos estado viviendo necesita cambiar.

No es sostenible, ni lo ha sido nunca excepto para unas pequeñísimas minorías de las cuales la mayoría de nosotrxs jamás formará parte.

En ese mirar al mundo arder me pregunto mucho qué vamos a construir después. Qué va a pasar después del estallido, del grito, el llanto, la protesta y los titulares. Qué va a pasar después de las votaciones.

Pienso que parte de construir otro mundo es darnos cuenta que ese que llevamos tanto tiempo viendo en la televisión no existe, realmente. Pareciera que sí, pues es un set bien diseñado, pero afuera de contados espacios, son muy pocas las personas que realmente viven – y pueden vivir – de esa forma.

En busca de vivir como nos dice la tele que deberíamos hacerlo hemos hecho de todo: Desde autoexplotarnos, hasta endeudarnos en el mejor de los casos. Matarnos y robarnos los unxs a lxs otrxs en el peor.

Entonces, así como el mundo necesita cambiar ¿Estamos dispuestxs a cambiar nosotrxs también?

Sacarse los Dior, poner los pies en la tierra

La tendencia hoy día es repensar el mundo en el que vivimos y la manera que transitamos por él.

El lujo ha dejado de ser un par de zapatos de marca, para convertirse en algo tan simple como tener más tiempo con la familia, o vacaciones más largas.

Me gusta vivir en lugares donde las personas de la ciudad vacacionan. Mientras para ellxs es un lujo irse a la playa un martes en horario laboral, para mí eso califica nada más que como un merecido descanso.

Así, poder disponer de mi tiempo y elegir en dónde y cómo quiero vivir, se convierte en un lujo que personas con mucho más dinero del que yo tengo y tendré jamás, simplemente son incapaces de conseguir.

En cinco años de viaje por estos paraísos vacacionales, los que más han dejado huella en mí son aquellos donde se vive más sencillo. Ahí donde se va la luz de vez en cuando, donde quizás no llega el agua todos los días y hay más calles de tierra que asfaltadas.

No se engañen. Como persona nacida y criada en ciudades, en un contexto de clase media, con educación universitaria y una profesión que me permite trabajar por internet, todo este privilegio es el que me permite vivir cómodamente en un entorno rural como el que describo.

Rara vez es el mismo caso para mis vecinxs, lxs locales.

Aún así, no me atrevería a calificarles como “pobres” simplemente basándome en su carencia de bienes materiales y si bien sus condiciones de vida están lejos de ser, en la mayoría de los casos, dignas, dudo que sea porque les falte un celular de última tecnología o trabajen como amas de casa y pescadores en vez de portar un título de ejecutivo.

No, si a sus vidas les falta dignidad se trata, simplemente, de un tema de desigualdad social.

Resolver ese tema de la desigualdad social pareciera ser un asunto meramente correspondiente a quienes guardan el poder en sus manos. No estoy de acuerdo.

La desigualdad se refleja no sólo en los índices económicos, sino en la manera en la que cada unx de nosotrxs se mueve por el mundo.

Así, cuando decidimos que por haber trabajado en una oficina el día entero merecemos 15 días de vacaciones con todas las comodidades, sin habernos preocupado por el impacto que tales comodidades generan en el territorio y la población donde está nuestro hotel, también estamos fomentando esa desigualdad.

Cuando dejamos de escuchar las demandas de un grupo significativo de personas para acceder a los mismos derechos y oportunidades que nosotrxs tomamos por sentado, tildándolos de que “quieren todo gratis”, fomentamos esa desigualdad.

Cuando juzgamos a una persona por su nivel de escolaridad, cuando elegimos la etiqueta de marca, aún conociendo las condiciones deplorables en las que quienes confeccionaron esa prenda trabajan, no sólo estamos apoyando esa desigualdad, sino que la estamos normalizando.

Vivir una vida de lujo no debería tratarse de poner a unxs por encima de otrxs. Bajo ninguna circunstancia.

Ya es hora de que pensemos en serio no sólo para dónde va el mundo, sino también nuestras propias vidas – al menos en este último sí que tenemos algo más de control.

Para mí, vivir una vida de lujos implica vivir con conciencia. Saber elegir el camino y la manera en la que vamos a llegar hasta allá.

El real secreto para vivir de viaje

Mira a tu alrededor y observa en detalle todo lo que posees ¿Cuánto de ello es realmente necesario para tu supervivencia? ¿Cuánto para tu satisfacción emocional y personal?. Leer más.

Quizás, en un mundo ideal donde el dinero dejase de ser el mandamás, lo rural ya no sería precario, sino deseado; la explotación no sería moneda y dejaríamos de asociar el lujo y progreso con la capacidad ilimitada de consumir y contaminar. 

Quizás, en ese mundo ideal, ricx sería quien conserva y comparte sonrisas, sabiduría y compañía – pobre quien no sea capaz de reconocer valor en ello.

Pobre para mí es quien pierde su vida trabajando en algo que no le llena, con tal de seguir pagando tarjetas de crédito estiradas al máximo para poder “darse un lujo”. No quien sale cada mañana al mar o al campo a procurarse comida para sí mismx y su familia.

Tenemos que repensar la pobreza, pero también los lujos.

Tenemos que repensar la manera en la que estamos viviendo y dejar de creer que el dinero lo resuelve todo. Sí, ciertamente ayuda, pero ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que la vida es nacer, estudiar, trabajar, reproducirse, jubilarse y morir, y nada más?

Si algo he aprendido en este camino es que no sólo otras vidas son posibles, sino que están mucho más al alcance de nuestras manos de lo que pensamos.

Si estás leyendo este blog ahora mismo, puedo estar bastante segura de que tienes el lujo y las herramientas necesarias para elegir tu destino.

Entonces ¿Vas a seguir eligiendo vivir menos, pero con mucho más, o vivir con menos, pero mucho más?

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