Pichilemu: Surf, eat, sleep, repeat

Esta semana surfeé mi primera ola. Fue una ola de nada, una simple arruga en la superficie, pero fue la primera vez que, después de más de una semana intentando, logré mantenerme lo suficiente como para verdaderamente correr una ola.

Desde que supe lo que era el surf recuerdo haber querido aprenderlo, dominarlo. Pensaba en cómo se debe de sentir  una ola bajo tus pies, teniendo total control sobre la tabla mientras el mar decide hacia dónde vas. Es él la única razón por la que estoy en Pichilemu  y no me duele nada admitir que nunca un deporte me había costado tanto como este, de hecho, no recuerdo siquiera cuándo fue la última vez que algo me resultó tan difícil de aprender, pero tampoco sé si antes he disfrutado tanto el proceso de hacerlo. y ahora entiendo por qué: Tiene que ser uno de esos deseos del alma.

Si bien mi relación con el mar es una que se ha ido desarrollando durante toda mi vida y que forma parte esencial de quien soy, las últimas semanas he conocido un espectro totalmente nuevo de ella. El surf, como todo, depende de conexiones, sin embargo, ya no es solo la conexión contigo mismo o los demás a tu alrededor lo que importa, ahora este se le agrega un nuevo elemento, el de la naturaleza, pero no cualquier naturaleza, sino una lo suficientemente poderosa como para ejercer total dominio sobre ti.

El mar no nos necesita y precisamente por eso, es recíproco: Si lo respetas, te respeta, si no, allá vos, a las consecuencias te tocará atenerte.

Cuando era pequeña mi juego favorito era que me remolcaran las olas en la playa. En el surf, es precisamente eso lo que uno menos desea que pase, lo cual se traduce a que incluso el peor escenario ha sido para mí, hasta ahora, un perfecto día de playa.

Escribo esto cuando al 2016 le quedan apenas horas de vida. Nunca fue esa mi intención, pero en esta estamos y ahora que lo pienso parece sumamente oportuno, la manera lógica de cerrar un año cargado de aprendizajes, aventuras y  tanteo de límites, como deberían de serlos todos. Así que aprovecho para decir que feliz año nuevo.

¡Y qué sigan las aventuras!

 

ESCRIBE UN MENSAJE

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *