Paraty, RJ – Una reseña y un homenaje

Hay lugares que te dejan con la boca abierta de pura sorpresa, que te impresionan tan de golpe que se siente como una cachetada.

Paraty y sus alrededores no es uno de esos.

No, aquí funciona de otra manera. Este lugar lo que hace es irse calando en tus sentidos de a poco. Sus olores, colores y sonidos te acarician suavecito, te susurran con cariño y poquito a poquito, sin darte cuenta, se te meten bien adentro, te habitan, te abrazan y te atrapan.

Me gustaba Paraty desde que leí el nombre en un mapa. No sabía por qué, pero era de esos sitios que me llamaban.

Resultó que llegué y me encontré con el lugar que buscaba. Paraty, para mi.

Un sitio rodeado de mar y montañas, pintado en todos los tonos de verde posibles, donde quienes más hacen ruido son los pájaros y los grillos. Un pueblito colonial construído por esclavos, con calles hechas de piedra que se enredan en laberintos – dice la historia que lo construyeron así a propósito para que los colonizadores se perdieran – en el que cualquier excusa es buena para hacer una rueda de samba, tomarse una cerveza helada en la playa o reírse a carcajadas.

El lugar donde puedo dejar el papel de turista que tan aburrida me tenía tras unos primeros días en Brasil y centrarme, asentarme y mezclarme con los locales, quienes a pesar de mi portuñol me recibieron de lo mejor, porque saben que comparto con ellos la alegría de estar en este pedacito de paraíso.

Gracias por tu magia, gracias por tu sol, por tu música, por tus vistas y tus verdes, por tus costas solitarias y tus cerros envolventes, tu sonrisa y tu abundancia, tu cielo infinito. Gracias por los abrazos y los regalos. Gracias por haber sido, tal cual, para mí.

Dice la leyenda que quien a ti llega no se va. Dice mi corazón que un día de estos estaremos de vuelta.

Obrigada, Paraty.

ESCRIBE UN MENSAJE

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *