Notas de Viaje: París

A todos nos vendieron París. La Ciudad de las Luces. La Torre Eiffel y los cafés franceses llenos de intelectuales. El glamour de sus calles, la fantasía última del romance y la clase. 

Un París que seguramente existió mucho antes de que el viaje se convirtiera en un bien de consumo.

Hoy, visitar París parece ser tan obligatorio como tener el smartphone de última generación.

La felicidad está en el consumir, en el regalarse y premiarse a uno mismo: Sea con una cajita feliz, sea con un televisor nuevo o sea con un viaje al otro lado del mundo. 

Es así entonces como visitar París y otras grandes capitales europeas, se supone, debería darme una satisfacción enorme. Tanto tiempo de viaje debería haberme dejado más sabia y más conectada. Pero ¿Qué tal si no?

Vamos, aceptémoslo, que desde que el capitalismo descubrió los viajes y sus poderes mágicos lo empaquetó en un todo incluído y nos lo metió hasta por la garganta, de forma que sea este el sueño más grande. 

Mientras tanto, el sobre turismo gentrifica, discrimina, desecha y destruye. La cultura se ha convertido en un souvenir y los locales accesorios en nuestras fotos. 

El planeta se cae a pedazos y nosotros reclamamos el derecho de montarnos en un avión y continuar contaminando. Después de tanto trabajo, nos hemos ganado el privilegio de ser un turista habilitado para tomar al mundo y sus habitantes como un producto descartable.

Sí, el viaje cambia y enseña si unx se lo permite. A mí, particularmente, este último me ha confirmado que nada en esta vida vale si se le hace superficialmente. 

Hoy, el viaje es un bien de consumo. Nos lo venden como antes nos vendieron las cajitas felices de McDonalds y como nos siguen vendiendo el smartphone más nuevo. El relato de viajes es más bien un relato publicitario y no sólo las compañías, sino que la comunidad entera de viajerxs nos dice que no hay experiencia más cercana a la iluminación que esta. 

Pero ¿Qué tal si no? 

Aunque no pueda evitar moverme, cada día me veo más reacia al placer de viajar por viajar. Ahora que casi me voy de Europa quiero sentir la confianza de decir que, si en algo me ha cambiado este viaje la vida, ha sido en el traerme de vuelta a la triste realidad de un mundo que se cae a pedazos, mientras muchos privilegiadxs decidimos ignorarlo. 

Quiero entonces romper la cáscara del mito y contar que la vida de viaje es una como cualquier otra, con sus altos y bajos, sus rutinas y aburrimientos y por lo mismo, no vale de nada si no se le encuentra un sentido. 

La abundancia de turistas está, literalmente, matando lugares y culturas. Estoy segura que París no es hoy lo que era hace 10 años así como estoy segura que nuestro consumismo está acabando con el mundo que conocemos.

Sí, viajar es re rico, más ahora que se ha vuelto más accesible de lo que alguna vez lo fue ¿De verdad vale la pena que viajemos tanto? ¿Vale la pena moverse por el mundo tomando, pisando, consumiendo y descartando así como ya lo hacemos con tantas otras cosas?

Verdaderamente, no lo creo. 

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